No me siento ligado a nada,
salvo a la desprestigiada herencia de Cervantes

Milan Kundera

 En su ensayo El Arte de la novela (1986), Milan Kundera hace referencia al verdadero significado de El Quijote: literatura creada como una detracción racionalista al idealismo confuso del hidalgo. Con el paso del tiempo y contrario al verdadero origen de la obra, los eruditos académicos transformaron a la novela en una exaltación de la nobleza castellana ignorando el verdadero propósito: el arte como medio de crítica social. Sin pensarlo, Cervantes había creado uno de los primeros trolls de la historia contemporánea. La novela picaresca ayudaría a redondear el placer de la burla desde la crítica paródica y la ironía.

En el fondo, El Quijote no invita al lector a plantearse una interrogante sino a tomar una posición moral respecto a un fenómeno social. "El hombre anhela un mundo donde sea sencillo reconocer al bien y al mal", enfatiza Kundera. Claro, siempre nos resulta más fácil juzgar y criticar antes que proponer y comprender.

Como todo arte, el verdadero propósito de un troll es provocar una respuesta o reacción emocional en los consumidores, visuales, lectores y/o usuarios. El fin último no es el entretenimiento ni la diversión, sino el trazar un escape a la saturación mediática de los problemas sociales.

Hacer un troll no es sólo crear una burla: se trata de ser profesionistas de la existencia y la crítica social. Todo trollero es un transgénero de medios que coopera para que las Bellas Artes se consoliden como un género indie.

En un troll no existen barreras de percepción. Su fin último no es provocar la risa sino el morbo por la crítica.

¿Acaso Cervantes no hacía un troll al llamar a Don Quijote un “ingenioso hidalgo"? ¿Acaso Warhol no hacía un troll al mundo del arte al pintar sólo latas de sopa? ¿Acaso no podría ser el Tío Sam un troll de la identidad nacionalista?

Con el paso del tiempo la burla se ha consolidado como la principal herramienta de difusión para la crítica social. Ocasionamos sentimientos encontrados en la comunidad para no tomar en serio al expansionismo de la era digital.

En realidad, un troll no se creó a partir del uso de internet. La tecnología sólo ayudó a profesionalizar su difusión. Crear un troll digital significa pertenecer a una subcultura contemporánea, en cuanto que este adjetivo supone un espíritu de réplica a su propio tiempo. Se trata de convertirse en un creativo que experimenta con los estilos y críticas de la sociedad moderna. Después de todo, el troll lleva a desinhibir la cultura. ¡Abracemos el arte del troll!

Un troll es la desprestigiada herencia que recibimos de Cervantes. 





El callejón de los milagros de Naguib Mahfuz  frente a El callejón de los milagros de Jorge Fons. La novela ocurre en un barrio de El Cairo de los años cuarenta, la película en el Centro Histórico de la Ciudad de México al cambio del siglo. Pero ambos relatos mantienen la misma resonancia: los periplos de las emociones frente a las jaulas sociales de los paisajes urbanos. Los tratamientos argumentales clásicos frente a la psicografía de las ciudades: porque un cantinero reprimido, una chica deseada y una solterona con libido se encuentran en todos lados, más allá de la década, transversales a los entornos. Reanudar relatos desde la singularidad ahistórica, casi como relatos arquetípicos, que la vida cotidiana tiene más puntos aprehensibles que los relatos anclados en el tiempo, tan delineados por las fechas.

Casos de adaptaciones “libres” sobran, sobre todo en las últimas décadas. Aunque la historia permanece, difieren en tiempo y lugar Great Expectations (Charles Dickens, 1861) y Great Expectations (Alfonso Cuarón, 1998); Les Liaisons dangereuses (Pierre Choderlos de Laclos, 1782) y Cruel Intentions (Roger Kumble, 1999); Emma (Jane Austin, 1815) y Clueless (Amy Heckerling, 1995); The Taming of the Shrew (William Shakespeare, 1590-1592) y 10 Things I Hate About You (Jil Junger, 1999).

Jugando un poco al abogado del diablo, ¿el tratamiento de la madre en la comedia italiana empata con los modos de representarla en México? ¿La figura del padre en el drama fílmico hindú puede parangonarse con la del cine mexicano? ¿Qué le reprochamos a The Ring (Gore Verbinski, 2002) después de ver Ringu (Hideo Nakata, 1998), que a la vez está basado en una novela que se originó a partir de un cuento popular japonés? ¿Cuál es la diferencia profunda entre la sueca Låt den rätte komma in (Tomas Alfredson, 2008) y la británico-americana Let Me In (Matt Reeves, 2010)? ¿Tiene menos valor el tratamiento de western de The Magnificent Seven (John Sturges, 1960) que la propuesta dramática de Shichinin no samurái (Akira Kurosawa, 1954)?

Hace unos pocos años, en un estudio comparativo entre distintos países, México y Turquía parecían naciones gemelas desde la superficie, al menos en cuanto a desarrollo del conocimiento. ¿Más parecidos que a España y Argentina? ¿No suelen acusarnos de lo “agringados” que estamos? Este asunto tan ochentero del “imperialismo cultural” empezó a tambalearse con internet y el acceso inmediato a contenidos plurales y, en el desarrollo de productos comunicativos, tendríamos que hablar de la complicidad por ciertas predominancias discursivas por encima de hegemonías absolutas: la funcionalidad de (o preferencia por) la reproducción de determinados formatos narrativos y estéticas operativas que se vuelven franquicias y recetas productivas.

En los años ochenta, las novelas mexicanas solían doblarse en ruso y japonés, por ejemplo, con una enorme aceptación por parte de las audiencias destino. Se luchaba por los derechos de  transmisión de un objeto cultural “afectado en lo mínimo” por el cambio de voz e idioma. El espectador sabía que el melodrama transcurría en México y, más allá de las peculiaridades culturales del país, podía optar por centrarse en el argumento y la puesta en escena. Desconozco si significativamente aumentó nuestro conocimiento de Brasil con la transmisión en 1991 de la telenovela Tieta, una versión de la novela de Jorge Amado de 1977. Me parece, desde la memoria adolescente, que fue la polémica de la trama lo que interesó a la audiencia: porque una bella mujer exiliada que regresa a vengarse puede resultar algo atractivo, pero también el tratamiento de la sexualidad y el empoderamiento desde lo femenino, algo muy distinto presentado en la escena nacional y años antes que Nada personal (1996-1997), Mirada de mujer (1997-1998) y La vida en el espejo (1999-2000), coproducciones de TV Azteca y Argos que buscaban diferenciarse de los contenidos de la empresa rival.

Tal vez como réplica al éxito de TV Azteca en aquellos años, una de las estrategias de Televisa consistió en comprar los derechos de adaptación de franquicias latinoamericanas exitosas, como las producciones argentinas Rebelde Way (2002-2003) y Patito feo (2007-2008), que derivarían en las mexicanas Rebelde (2004-2006) y Atrévete a soñar (2009-2010). Práctica habitual ahora, ¿es la adaptación local la salida para la creación de contenidos en Latinoamérica? Una parte de la producción nacional de Brasil ha optado por adquirir licencias de series de drama policiaco en Estados Unidos: ¿Law & Order Río de Janeiro? ¿Funcionará este género adaptado a las circunstancias cariocas y su sistema de justicia? ¿Cuáles fueron los resultados de adaptaciones “locales” de The Nanny (1993-1999) y Desperate Housewifes (2004-2012) en México?

Pero si uno de los placeres catárticos de la telenovela es ver representados de forma constante modelos de interacción dramáticos y exacerbados, el eterno devenir de la chica-en-apuros-sale-adelante, habría que agregar ahora el gusto por el consumo de las variaciones en coexistencia. Desde el potencial de acceso mediático, ¿nos basta con disfrutar una de las posibilidades del relato? ¿Adoptar una de las adaptaciones para afiliarme como espectador o dejar que el relato fluya en paralelo, disfrutar las peculiaridades de las distintas producciones?

Pongamos dos ejemplos notorios en Latinoamérica de chica-en-apuros-sale-adelante. De 1994 a 2001, RCN Televisión produjo en Colombia Yo soy Betty, la fea (1994-2001). Con enorme niveles de audiencia, la versión original pronto se transmitió en otros países, sin retoques o doblada. En México, Televisa compró la licencia de adaptación y produjo La fea más bella (2006-2007). En Estados Unidos, la cadena ABC hizo lo mismo de 2006-2010, con un cambio “de origen” de idioma y escenarios. El otro caso parte de la novela Sin tetas no hay paraíso (2005), de Gustavo Bolívar, devenida en la serie colombiana homónima producida por Caracol Televisión en 2006. La serie original fue transmitida por Telemundo en 2010, pero antes había ya una versión española producida por Telecinco en 2006 y otra más de Telemundo en 2008, además de su replicación en portales de videos por internet. 

Más allá de analizar la recepción de cada producto en cada momento, me interesa destacar la presencia de todos los contenidos a un mismo tiempo, apelando a la cotidianidad de la retransmisión, la televisión por cable y los portales de video por internet. ¿Cómo afecta esta posibilidad de acceso asincrónico a todas las posibilidades? ¿Cómo el potencial de presencia de las versiones afecta mi recepción del relato audiovisual? En la programación actual, tres series televisivas experimentan esta especie de bilocación narrativa diferenciada: The Walking Dead, The Killing y The Bridge.

El supuesto es que la serie The Walking Dead (Frank Darabont, 2010) está basada en el cómic homónimo que crearon Robert Kirkman y Tony Moore en 2003 para la editorial Image. Sin embargo, quien sigue ambos productos, puede deducir con facilidad cuánto las líneas narrativas confluyen y bifurcan, tomando personajes y acontecimientos en común y creando otros nuevos para sus respectivos formatos. Sobre la misma premisa, el cómic supera los 100 números y la serie llega a su tercera temporada.  Ya no hablamos de un caso de adaptación simple, de una adecuación necesaria ante el cambio de soporte, sino de decisiones editoriales que generan dos narrativas hermanadas que transitan en paralelo.

La versión danesa de The Killing (Forbrydelsen) consta de tres temporadas y 40 episodios (2007-2013). El escenario es Copenhague. La versión estadounidense se estrenó en 2011 y, si se cumplen las declaraciones de producir la tercera temporada, constará en total de 38 episodios. El escenario es Seattle. Ambas parten de un asesinato, ambas se sustentan en una narrativa de desvíos y falsas pistas, ambas detentan excelentes actuaciones y una fotografía obscura, húmeda, sobria. La adaptación se transmite por las cadenas AMC y FOX, la versión danesa lo hace actualmente por AXN. Si la producción estadounidense no termina la tercera temporada, ¿puedo optar por concluirla desde la versión europea?

Coproducción Suecia-Dinamarca, Bron/Broen (dependiendo del país) se transmitió en Europa en 2011 y este año va por su segunda temporada. La trama: dos policías fronterizos se unen para resolver crímenes que involucran ambas naciones, con una fuerte crítica a los problemas surgidos de la diferencia y la desigualdad entre escenarios. En julio de 2013 se estrenó en Estados Unidos el piloto de The Bridge, dirigido por el mexicano Gerardo Naranjo. La trama: dos policías fronterizos se unen para resolver crímenes que involucran ambas naciones, con una fuerte crítica a los problemas surgidos de la diferencia y la desigualdad entre escenarios. Y el escenario basta para detonar las diferencias: sucesos parecidos en psicografías distantes. Producidas con poco tiempo de diferencia, si decido verlas alternadas, ¿veo dos series o veo variaciones? ¿Comparo para semejar o para distinguir?

¿Obsesionarnos con perfiles nacionalistas? En la historieta nacional épica, los héroes Kaliman, Águila Solitaria y Fantomas no son mexicanos y sus aventuras no transcurren en este país. Karmatrón, de Óscar González Loyo, es una mezcla de filosofía oriental y la euforia por la franquiciaTransformers de los años ochenta. Surgidos de la literatura europea, Candy Candy y Heidi son animes con personajes europeos y un opening en japonés. Los Caballeros del Zodiaco (Saint Seiya) recuperan el panteón grecolatino y escandinavo, pero la mayoría de los personajes centrales (Hyōga proviene de Rusia) son japoneses que combaten para una diosa griega. ¿Qué diferencias sustantivas hay entre Super Sentai (1975-) y Power Rangers (1993-), si parten de las mismas historias? ¿Entre los Power Rangers de Haim Saban y aquellos producidos por Disney? ¿Cómo separar la aportación japonesa de la estadounidense en las franquicias Voltron y Robotech? ¿Por qué el interés de Marvel por publicar su colección de versiones Mangaverse (2000-2002) en Estados Unidos, y series animadas de japonés de Blade, Iron Man, X-Men y Wolverine? ¿Por qué el impulso reciente de DC Comics por publicar la serie digital Ame-Comi Girls, basadas en las figuras coleccionables al estilo manga, pero con historias que no afectan la continuidad oficial?

¿Desarrollar narrativas estratégicas para escenarios transnacionales? ¿Son necesarias ante Sailor Moon, Gatchaman y Sakura Card Captors, animes con un fuerte toque “local” y tan populares en Occidente? ¿Basta con integrar en los relatos comunidades multiétnicas (como Voltron, Power Rangers y X-Men) para potenciar la recepción multifragmentada? ¿Me es suficiente la “tropicalización” de la trama a circunstancias “folclóricas”? ¿Debemos optar por narrativas sin rasgos definitivos de lo local, sin mención de espacios reconocidos y momentos históricos diferenciados?

Por supuesto que no hay recetas: acaso sólo intentos de tendencias a partir de la relación perspicaz de las audiencias con cierto tipo de contenidos. Más allá de la rentabilidad de productos que apelen a lo multicultural, por un lado, o “neutros” en cuanto a personajes y escenarios, por el otro, tal vez una oportunidad es crear textos “flotantes” que funcionen para las distintas necesidades emocionales de audiencias múltiples.Trataré de explicar esto con tres ejemplos de películas recientes.

Una de las relevancias de Juan de los Muertos (Alejandro Brugués, 2010) es la apropiación de las narrativas de zombies a la realidad cubana, en una comedia negra con ciertos matices políticos y un héroe pícaro muy diferente al de Shaun of the Dead (Edgar Wright, 2004), otra película revitalizadora del género desde lo inglés "local". La película de Brugués es uno de los casos más interesantes de acoplamiento discursivo interceptando el estilo de comedia de la isla con elementos relacionados directamente con el cine de horror estadounidense. Este es un reto que deben enfrentar los países acostumbrados a consumir narrativa extranjera: al adoptar un formato o género para la producción nacional, ¿hasta dónde las audiencias lo considerarán "artificial", "falso" y "ajeno"? ¿Es la parodia la única salida? ¿Nuestra interiorización del melodrama latino es una ventaja o un problema perceptual?

Por otro lado, una de las bondades de The Perks of Being a Wallflower (Stephen Chbosky, 2012) es  su perfil atemporal que amplía significativamente el margen de audiencia. Suelo decir que es una película “tramposa”: vestimenta ambigua (desde la certidumbre de que las modas vuelven), recomendaciones literarias para hipsters contemporáneos, música de descubrimiento. The Perks… cumple a una generación adolescente que se identifica desde el drama existencial, pero también satisface la nostalgia de una generación X un tanto cansada de su cinismo y descreimiento. Es una película que fluye entre distintos grupos de edades, sin estancarse en ninguno.

El último ejemplo es Pacific Rim (Guillermo del Toro, 2013), también un híbrido de décadas de referencias culturales, que va desde Godzilla y Mazinger Z hasta Voltron y Evangelion, a lo que habríamos de sumar los evidentes estilemas del director, claros elementos ciber-punk y la música contemporánea de Ramin Djawadi. La película resulta un ejercicio visual de tensiones: diálogos estereotipados del cine de acción estadounidense frente a juramentos de batalla propios del cine japonés de monstruos; la sensación de un escenario apocalíptico global, compartido, junto a la singularidad de un kaiju persiguiendo una niña en solitario; ciudades que se destruyen como cartón, memoria camp, frente a la minuciosidad de engranes y conexiones de los jaegers. Un punto de referencia momentáneo para el desarrollo de productos próximos.


http://www.bu.edu/law/communications/doma.2013.shtml

“He's Big. He's Pink. And he has impeccable taste in soft furnishings" 
(Peter Milligan, sobre su personaje Bloke en X-Factor)

Hace ya décadas, el genial John Byrne produjo para Superman un relato de niños secuestrados por Skyhook, una suerte de demonio alado (The Man of Steel #15, marzo 1988). Una historia común: una hija que escapa de casa, una madre preocupada, un héroe providencial. El mérito de “Wings!”, el título de este número, radica más en el relato secundario sobre las tribulaciones de Margaret Sawyer, capitana de policía y personaje de apoyo de Superman después del reboot que significó Crisis on Infinite Earths (1985).

Maggy Sawyer cuenta a Superman sobre su matrimonio fallido y la pérdida de la patria potestad. Pero también relata las dudas sobre su identidad de género y los intentos de conciliación personal: “cosas que una chica católica no debe siquiera considerar”, se lee en una de las viñetas. “Wings!” fue el primer caso que conocí donde un personaje relevante reconocía su determinismo sexual y relataba su proceso de aceptación. En México esa historia se publicó en septiembre de 1989 y todavía guardo esas páginas de recuento y asunción, en parte por la peculiaridad de la situación, también porque me pareció un buen ejemplo de connotación del tratamiento del tema en ese momento: sin imágenes de abrazos, sin besos, sin reconocimiento oficial de relaciones.

Si la industria del comic negocia sus contenidos con los contextos históricos, lo mismo ocurre con las representaciones de los modos de ser y hacer de sus personajes. También en la relatoría de lo visible y lo contemplable, de los modelos de conducta y de interacción. En este sentido, la inserción de roles homosexuales y lésbicos en las narrativas de superhéroes  habla ya de una agitación en las tipificaciones y recetas, sobre todo cuando estos personajes reconocen abierta y positivamente su condición de género: del escarceo en penumbras a la figuración pública del beso y la aceptación del otro.

Marvel Comics y DC Comics han explorado la inclusión de personajes “laterales” a la presunción de la heterosexualidad del héroe. Un caso destacado es el del mutante Jean-Paul Beaubier, alias Northstar, que debutó en Uncanny X-Men #120 (abril 1979), como parte del grupo Alpha Fight, y que ahora forma parte de las filas de X-Men como consultor, profesor, activista y héroe. En 1992, el guionista Scott Lobdell obtuvo el permiso de la editorial Marvel para afirmar que el personaje era gay (Alpha Flight #106), un asunto que permanecía  ambiguo en la serie y que generó abundante cobertura mediática.
De Marvel Comics destacan lesbianas como Karma (X-Men), Karolina Dean (Runaways) y Phyla-Vell (Captain Marvel); bisexuales como Julie Powers (Avengers Academy), Bling (X-Men), Mondragon (Avengers) y Mystique (X-Men); homosexuales como Anole y Greymalkin (X-Men), Rictor y Shatterstar (X-Force), Striker (Avengers Academy) y Hulkling y Wiccan (Young Avengers). En DC encontramos personajes lésbicos como Scandal Savage (Secret Six), Grace Choi y Anissa Pierce (Outsiders), Renee Montoya (The Question) y Kathy Kane (Batwoman); bisexuales como Jenny Sparks y Swiff (The Authority), John Constantine (Hellblazer), Sarah Rainmaker (Gen 13) y Knockout (Secret Six); homosexuales como Todd Rice (Obsidian, antes del reboot de 2011), Alan Scott (Green Lantern en la dimensión Earth 2), Gravity Kid y Power Boy (Legion of Superheroes) y el mexicano Miguel Barragan (Bunker en Teen Titans); incluso la editorial recientemente aclaró la condición de Shining Knight, un personaje creado en 1941 y definido ahora como intersexual en Demon Knights #14 (enero 2013).
Más allá de si se trata de representaciones “necesarias” o “comerciales”, me parece interesante señalar no tanto la visibilidad, sino los modos en que aparecen estos personajes: la mayoría confrontados ante su familia, todos aceptados (con algún personaje intolerante paseando) por el grupo de héroes al que pertenecen.  Tal vez el atisbo de un primer momento hacia una naturalización de la percepción, más allá del reduccionismo de género.
Porque en esta agenda de inclusión también es interesante conocer las condiciones del tratamiento y las reacciones sobre las imágenes, sobre todo en el cómic mainstream. No tiene la misma recepción  la escena de cama de la miniserie The Enigma (Vertigo, 1993), en una editorial donde el lector sabe que encontrará temas más “fuertes”, o la viñeta del beso en silueta de Mikaal Tomas y su novio de Starman #45 (DC Comics, agosto 1998), que el beso de Apollo y Midnighter en The Authority (en la línea Wildstorm de DC, 2000), un splash page climático en un cómic irreverente y violento considerado de culto, a pesar de la censura que intentó implementar DC. 
El cambio de siglo trajo una mayor visibilidad y prioridad visual de homosexuales y lesbianas en la narrativa gráfica de las dos editoriales principales en Estados Unidos, acaso por el evidente debilitamiento del Comic Code Authorithy. De la portada con el personaje Northstar, en  The Uncanny X-Men #392 (abril 2001), tal vez el primer cómic con un héroe abiertamente homosexual en solitario en cubierta, al beso de Bloke y su novio en X-Force #118 (septiembre 2001). De la escena de cama de Phat y Vivisector en X-Force #129 (agosto 2002) al beso de Rictor y Shatterstar en X-Factor #45 (junio 2009) al beso de Hulkling y Wiccan en un splash page de Avengers: The Children’s Crusade #9 (mayo 2012), la singularidad de una pareja de adolescentes asumidos como homosexuales y que cuentan con el apoyo de sus padres, amigos y toda la plétora de superhéroes.
Hablemos de declaraciones y matrimonios: Reed Richards y Susan Storm contrajeron nupcias en octubre de 1965 (Fantastic Four Annual #3). Scarlet Witch y el androide Vision lo hacen en 1975 (Giant Size Avengers #4). Peter Parker y Mary Jane Watson en 1987 (Amazing Spider-Man Annual #21). Scott Summers y Jean Grey en 1994 (X-Men #30).
Apollo y Midnighter se casan en Authority #29 (julio 2002) y adoptan a Jenny Quantum. El héroe retirado y alcalde  Mitchell Hundred celebra una boda entre homosexuales, en contra del sistema legal y a pesar de la anulación posible (Ex Machina #10 (junio 2005). El año pasado es interesante por el paralelismo editorial: Alan Scott, el Green Lantern de una tierra paralela, entrega un anillo a su novio Samuel en Earth 2 #2 (junio 2012): “Sam! What are you doing lurking in the shadows? Get over here…”, dice el personaje central como preámbulo al beso en público. Northstar se arrodilla frente a su novio de varios años, Kyle Jinadu, y pide matrimonio en el splash page de Astonishing X-Men #50 (mayo 2012). El matrimonio y portada ocurren en el número siguiente (coincidiendo con la publicación de DC).
La habituación de los lectores al beso erótico y matrimonio entre personas del mismo sexo es un tema aún por analizar. Falta encontrar el punto de saturación discursiva, donde estas imágenes y tratamientos de personajes dejen de ser un asunto maximizado y y explicitado. Dos ejemplos que destacan por su bajo perfil: en Scarlet Spider (2012), Kaine, el clon de Peter Parker, se muda a Houston donde es apoyado por un doctor y su esposo policía, personajes que se vuelven habituales y en los cuales su condición de género es un asunto abierto pero no anormalizado. En Invencible, uno de los títulos más vendidos de la editorial Image, los mejores amigos del héroe se vuelven pareja con el tiempo, a manera de trama secundaria discreta, pero con el desparpajo y humor característico de la serie. Sin embargo, la boda de Northstar y la homosexualidad de Green Lantern obtuvieron enorme cobertura mediática, lo que hace suponer el grado de singularidad que aún detenta la exploración (y explotación) de la visibilidad, la inclusión y la verosimilitud demográfica en el cómic.
Ahora parece, en febrero de 2013, que Margaret Sawyer se casa de nuevo.  Esta vez su pareja es Batwoman, un personaje que obtuvo recientemente el premio “Outstanding Comic Book” de la Gay & Lesbian Alliance Against Defamation (GLAAD). “Marry me, Maggy” dice Kathy Kane antes de besarla y revelar su identidad secreta a su novia: página entera, pero sin tanto alarde, una carta que DC Comics decidió no jugar y que le trajo en foros agradecimientos por la ausencia de sensacionalismos.
Maggy Sawyer acepta, por supuesto: ya no está presente este conflicto de reconocer su sexualidad entre líneas, tan noventas.

Ahora viven juntas y planean la boda. Pero, carajo, es un comic.














A pesar de la profusión audiovisual, mi consumo mediático es más bien repetitivo, obsesivo. Reviso compulsívamente los mismos productos, los que sirven de ancla, de punto de palanca para las interpretaciones del resto. Años de observar los mismos videos, las mismas películas y nunca se me había revelado la conexión que ayer pensé, cual epifanía de cine italiano de posguerra. El enlace une cinco de los productos que me han parecido más impactantes, todos ellos unidos por un tema común: la relación filial.
Comienzo por el detonador del vínculo: el video de la canción “Song to say goodbye” de Placebo, dirigido por Philippe Andre, fue el inicio del vendaval. El tema y metáfora central del video es la sustitución de la relación de un drogadicto con su cuidador (nunca queda claro si es un amigo, familiar o conocido), un niño que intenta cuidar de un adulto, sin éxito.


Esta imposibilidad del infante de hacerse cargo del padre deriva en la escena final en que lo entrega a una institución. La filiación, invertida y negada, hace de esta pieza breve una verdadera bomba a la representación del canon de la relación padre-hijo. Más aún cuando se le relaciona con los textos que cito a continuación.

La fábula moral del final de M, el vampiro de Düsseldorf (Fritz Lang, 1931) sirvió de fundamento al libro de Georges Perec, W o el recuerdo de la infancia (1975). La película cuenta la historia de un asesino de niños en la Alemania de los años treinta. Los propios delincuentes deciden cazarlo, pues sus actos exceden incluso el rango de normalidad del crimen de la ciudad. Cuando lo han localizado, uno de ellos le escribe con tiza una “M” para marcarlo como el asesino (“M” de “murder”, asesinato en inglés). Finalmente es atrapado y juzgado por los criminales. Al final de la película, uno de los personajes, ciudadano de Düsseldorf, expresa una máxima que cierra el film: “los padres deberían cuidar de sus hijos”.

Esta consigna, muy propia del mundo moderno y progresista de la primera mitad del siglo XX, conformará todo el modo de pensar contemporáneo sobre la importancia de la familia en el orden social y las paradojas que encierra este nuevo mundo urbano y peligroso. Es justo Perec, con su libro de memorias, quien retoma la enseñanza y la invierte. El escritor francés vio partir a su madre hacia los campos de concentración nazi durante la Guerra Mundial. El libro plantea la culpa y el desasosiego que siente el hijo por no haber podido salvar a su madre. El texto cierra el paréntesis abierto por la película de Lang y, juntos, arrojan un modo canónico de pensar las relaciones entre padres e hijos.

La guerra daría lugar a esta necesidad de que no sólo los mayores cuiden de los niños, Perec nos previene de la necesidad de conservación de la institución familiar para resistir la experiencia límite y el horror que sufrió él, como millones de personas en Europa. Durante décadas, parecía ser una lección aprendida. La impronta del conflicto mundial era clara y visible en el arte, la cultura y la economía (pienso por ejemplo en los estudios de las vanguardias de los años cincuenta de Hal Foster, o el análisis del siglo XX de Susan Buck-Morss).

Sin embargo, el video de Andre sobre la canción de Placebo hace una declaración completamente distinta. El niño se declara incapaz de cuidar del padre. La máxima, al parecer, se ha debilitado con el paso del tiempo. Como si la modernidad hubiera dado paso a la posmodernidad y el proyecto progresista y de evolución constante del mundo occidental entrara en decadencia. El lado oscuro del proyecto global.

Tal vez el video musical no sea suficiente prueba o síntoma del cansancio de la sociedad contemporánea. Vaya un ejemplo más dentro de esta lista de citas obsesivas: Biutiful  (González Iñárritu, 2010). Historia de un padre enfermo terminal, Uxbal (Javier Bardem), que debe asumir que ya no podrá seguir haciéndose cargo de sus dos hijos. Historia que habita en el paréntesis de una escena repetida (abre y cierra el film), en la que el personaje ve a su padre muerto en el medio de un bosque nevado.



No sólo los niños son incapaces de cuidar de sus padres, los adultos parecieran no poder seguirle el ritmo a la vida y tendrán que asumir su imposibilidad para cumplir con esta misión. La disolución del proyecto moderno. Las pocas certezas que quedaban, las pocas lecciones de la Guerra parecieran diluirse. ¿Qué nos queda entonces?

La orfandad, la inoperancia de la institución familiar, nos arroja al otro en busca de referencia, de consuelo. La filiación rota busca ser subsanada, se buscan padres adoptivos, figuras de autoridad, influencias. El homenaje en el arte es una de esas formas que busca la perpetuación de la tradición, la adscripción a un grupo, a una visión del mundo.El mejor homenaje cinematográfico que he visto es el viaje en motocicleta que Nanni Moretti hace en Caro Diario (1993) a la tumba de Pasolini, mientras suena el Koln Concert de Keith Jarrett. 



Escoger tus maestros, buen modo de reemprender el camino. La tradición artística como filiación es un ejercicio consciente para establecer lazos entre dos generaciones separadas. Gesto de reconciliación, tan propio en las fábulas de padres e hijos. Pareciera que el cine posmoderno, a pesar del cansancio, ha encontrado en el remake y el homenaje un modo de reconocer el pasado y continuar hacia el futuro. 



Es increíble ver los giros monstruosos del gusto del público, sobre todo en cuanto al terror e historias “catastrofistas” se refiere. Añoro aquellos años en que los vampiros como Blade azotaban la pantalla, todavía no me acostumbro a tener que conformarme con Crepúsculo para saciar mi sed de historias oscuras. Pero, mientras los seres de la noche han derivado en personajes pusilánimes (la infantilización del héroe cinematográfico, diría Andre Labarthe), los muertos vivos han cobrado relevancia en el imaginario de la década.


Después de la exitosísima campaña de redes sociales que lanzó la CDC en Estados Unidos para que la gente se preparara para desastres naturales, ahora la oficina gubernamental ha lanzado un cómic con el que intenta educar sobre la importancia de estar preparado ante cualquier eventualidad natural, como tornados y huracanes. El muerto vivo ha sido la metáfora narrativa para crear conciencia en el público americano. La masa, la pérdida del control, el miedo como constantes y fórmula para el éxito informativo.

La viralidad de la campaña del CDC es mucho más atribuible al ingenio que a la propia necesidad de enseñar a la población sobre las precauciones en caso de catástrofe. Pensemos por un momento en otras producciones contemporáneas como Doomsday Preppers de NatGeo, donde se pueden ver los casos de preparacionistas que intentan sobrevivir a un colapso financiero, un problema de desabasto alimentario o un cambio en el eje magnético de la tierra. No sólo están preparados, llevan años acumulando comida, armas, kits de supervivencia y diseñando planes de escape o resistencia civil ante un posible caos mundial. Pareciera que intentar adoctrinarlos sobre la prevención es como tratar de venderle chiles a Clemente Jacques. 

Lo que sorprende es la potencia que tanto el cómic, como el reality, han tomado como formatos de difusión de información, gracias a que se han asentado en el gusto de la gente. Además, entre leyendas mayas, profecías de papas negros y demás, el milenarismo parece haberse filtrado como tema predilecto del imaginario colectivo. 

Frente a esta visión catastrófica del fin del planeta, hay otro tipo de productos que lo abordan sí más, desde un intento de toma de conciencia del público internacional sobre las crisis que la sociedad de consumo está desarrollando. Tal es el caso del multipremiado i-doc Collapsus, que ha aparecido en festivales de documentales interactivos, así como en festivales de documental tradicional. 


Esta producción holandesa mezcla técnicas de geo-localización de personajes con motion comic y falsos noticieros para contar una fábula del desabasto energético. Púlcramente producida, con una interfaz expandida de tres pantallas, mantiene un énfasis narrativo al tiempo que completa información con cápsulas noticiosas o puntos en el mapa donde algo está sucediendo. Pieza equilibrada que informa y entretiene, en lugar de apostar sólo por el impacto mediático o por el sensacionalismo formal.




DIEGO ZAVALA SCHERER. Origen: México, DF. Deformación profesional: comunicólogo. Temas y obsesiones: cine documental, la relación de la pantalla y la realidad, la guerra como ambiente, problema social y límite de la experiencia humana. Gustos: cosas simples, como dar clases, charlar. Vocación frustrada: fotógrafo de guerra (por cobarde). Ocupación: profesor de comunicación, investigación sobre audiovisual y nuevas tecnologías.



Si todo viaje supone aprendizaje, las historias de formación implican picardía, sobrevivencia y enfrentamiento de los miedos, acaso (seguro) la pérdida de la inocencia. En 1820 el filólogo Johann Morgrnstern usó el término Bildunsroman para referirse a las novelas de aprendizaje o transición de la infancia a la madurez. Moll Flanders (Daniel Defoe, 1722), Cándido o el optimismo (Voltaire, 1759), Bajo las ruedas (Hermann Hesse, 1906) y Retrato de un artista adolescente (James Joyce, 1914) retrataron esta transformación que supone la comprensión del cambio interno y la continuidad. Algo hay de esto también en El guardián entre el centeno (Salinger,1951) y El señor de las moscas (William Golding, 1954). 

En cine, aparte de las adaptaciones, recuerdo desde Cuenta conmigo (Rob Reiner, 1986) hasta Undertow (David Gordon, 2004), pasando por historias como la estupenda Juncos Salvajes (André Téchine, 1994) o la perturbadora Inocencia ( Lucile Hadzihalilovic, 2004), al menos es una de sus lecturas, basada en la novela de Frank Wedekin, Mine-Haha o la educación corporal de las niñas, 1903). Recientemente, tal vez el mejor ejemplo resulta Las ventajas de ser invisible (Stephen Chbosky, 2012)

Porque establecer similitudes suele ser un acto malicioso, hoy recordé tres videos musicales que comparten los elementos de la  Bildunsroman: juventud y peripecia, pero que adolecen de transición. Puede no haber cambio, algo que suponemos en el arco dramático de una buena historia, pero qué bonita la cachondería de escaparnos, tantear el deseo en el terreno de una amistad prometida para siempre. El primer video es "Crazy", una balada de Aerosmith dirigida por Marty Callner en 1994. Alicia Silverstone y Liv Tyler  como dos lolitas recorriendo los caminos, el pool dance y los moteles: la sexualidad en el necesario convertible que tanto luce en el desierto. Uno de los videos más rotados en la historia de MTV, con la ambigüedad lésbica necesaria para la época.


Pero dos adolescentes hipersexuadas nunca son suficientes. En 2000, el video "Lady (Hear Me Tonight)" del dúo  Modjo suponía la escapada, colarse a las fiestas y dormir en un motel de contrabando, pero también la probabilidad del escarceo oscilante entre dos chicos y una chica: una pareja y el mejor amigo inseparable al que se le quiere demasiado, hasta la sospecha. Cómoda en el chill-out de cambio de siglo, la música house en los protagonistas arrojaba cierta inocencia del viaje sin rumbo en un auto destartalado. 



Una producción house del DJ Avicii de 2010, a partir de una versión vocal de  "Bromance" de Tim Berg (el mismo Avicii) mezclada con "Love U Seek" del DJ Samuele Sartini, "Seek Romance" también rescata esta idea de musical road short entre dos chicos, mejores amigos, y una chica, al final compartida. Hay que sumar cierta connotación de bisexualidad entre amigos. Pero en este momento de música electrónica son el porro, la ácido, el after hour y el threesome los que actualiza la narrativa del video, a lo que abríamos de sumar la broma pesada y el imprescindible auto descapotado azul.



Porque aquí, en los tres, el viaje es travesura, una pinta, evasión de fin de semana. Luego prosigue la cotidianidad. Porque este periplo supone sólo un escape momentáneo del hábito de la escuela,el regaño paterno, el fastidio de todos los días: no hay evolución, no hay consecuencia, no hay transformación: el viaje es un capricho, un berrinche. Pero así es la naturaleza del videoclip: retrata instantes condensados en la imagen construida  de cada momento histórico. Que no relato necesariamente: ejemplo de modelos de interacciones, a veces aspiracionales. 

Luego, por supuesto, es casualidad que lea tanta aventura fatua en los guiones de mis alumnos. 





  • JUAN PEDRO DELGADO estudió literatura con cierto desgano, pero se encontró con dos o tres obsesiones y en un puñado rubik de teorías. Mantiene una relación un tanto enferma con la cocina, la semiótica, las narrativas transmediáticas y las mitologías emergentes. Dice que no cree en nada, pero todos saben que vive en una constante negación. Hubiera deseado ser íntimo de Bataille, Foucault y Papini, pero se conforma con las amistades locales que, por lo demás, suelen ser una delicia




El patriotismo es la virtud de los depravados
Oscar Wilde 

¿Qué nos define como miembros dignos de nuestra sociedad, de nuestra herencia cultural? ¿Nuestro sentido patriótico, un fetiche por las tradiciones y costumbres del país donde vivimos? En The Americans, la nueva serie de la cadena FX, dos agentes rusos encubiertos como una pareja casada en los Estados Unidos durante la guerra fría, se debaten entre el estilo de vida y la carga del deber.

Comparaciones pueden abundar sobre la trama de esta serie: Homeland, por supuesto, es el referente inmediato. Sin embargo, el personaje interpretado por Matthew Rhys, Phillip Jennings, es un hombre completamente diferente al de Nicholas Brody.  Phillip vive una vida ordinaria, con hijos y las diferentes actividades que conforman ser un padre de familia en Estados Unidos. No obstante, él y su esposa son agentes de la KGB y su trabajo de 9 a 5 es luchar contra la amenaza capitalista americana.  ¿Cuánto tiempo podrá mantener esta farsa norteamericana, separado de sus creencias socialistas? Philip es un hombre seducido por las promesas del American Dream, una ideología que promete seguridad para él, su esposa y sus hijos.

Mientras se prueba un par de botas vaqueras en una tienda departamental, vemos cómo Philip baila unos pasos de squaredance, una alusión a uno de los estereotipos norteamericanos más reconocidos en nuestra cultura. “Nadie usa zapatos de vaquero, papa” le dice su hija (quien al igual que su hermano menor, es ignorante de las verdaderas identidades de sus padres). ¿Podemos interpretar la compra como un capricho? ¿Phillip comienza a encontrar comodidad dentro del sistema capitalista norteamericano, un sistema que ante sus ojos presenta una alta gama de oportunidades para sus hijos?

Otro momento significativo es cuando Philip, tras llevar a su hijo a su escuela primaria, se ve obligado a recitar el himno nacional de USA: mientras le canta su lealtad a la bandera de franjas y rayas, observa un dibujo de un satélite ruso, su mirada fija en la estrella roja, símbolo del país al que debe su lealtad.

Podríamos argumentar que la serie tiene una agenda secreta de vendernos el estilo de vida norteamericano como el estilo de vida ideal. Pero más allá de dicho percepción superficial, encontramos un thriller psicológico donde dos padres deberán realizar sacrificios para mantener a ellos y a su familia (un par de chicuelos inocentes) a salvo. Como dice la canción de Phil Collins que se escucha durante uno de los momentos claves de la serie: “I can feel it coming in the air tonight”.
The Americans promete una serie donde el enemigo se encuentra “en casa”, como le expresarlo a muchos de los paranoicos; sin embargo, esto no es lo único que nos ofrece. El show nos permite observar cómo dicho “enemigo” se ve seducido por las costumbres y tradiciones de las cuales se ve obligado a participar para vender su farsa. Traición, sexo y engaño son algunas de las herramientas que Phillip y su esposa utilizan para llevar a cabo su misión: ¿hasta dónde podrán ellos engañarse antes de que comiencen a aceptar las delicias de una mentira que tanto promete?