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Déjenme contarles un secreto escandaloso, señora y señor que marchan normales. En realidad, antes del permiso legal, México ya estaba repleto de matrimonios bien avenidos de padres homosexuales, los dos, o uno de ellos, protegidos en un modelo aceptado y apelando a la seguridad, las ventajas, las buenas costumbres o a las estrategias de la vida.  

Invisibles en las estadísticas y en las reuniones escolares de padres, dos amigos cercanos, lesbiana y gay, decidieron su matrimonio, emprendieron un proyecto compartido, tuvieron hijos y continuaron, “con discreción”, con sus respectivas parejas sexuales. Algunos recurrieron a la inseminación artificial, otros apelaron a la copa de vino, la amistad y la risa nerviosa para fecundar una expectativa de realización. Recuerdo la fantástica boda de Gabriel y Ana, los padres satisfechos, el sacerdote muy distraído, el velo, el ramo, la cargada en hombros, la pareja de Ana en una mesa hablando con el novio de Gabriel. ¿Los niños? Muy bien, gracias.

El otro tipo de matrimonio siempre me ha resultado un tanto triste: uno de los cónyuges no es heterosexual pero encuentra remanso en apelar a su comodidad como estereotipo aparente de este género: “porque no se me nota, estoy seguro”. Señora mía católica conservadora, déjeme contarle que su esposo consigue más que una ducha en las saunas, se arrodilla salivante en los cines porno, da vueltas y vueltas en el parque hasta subir a un adolescente en las glorias de la prostitución masculina.

Su esposo, con frecuencia homosexual homófobo machista, que es posible, suele buscar “hombres de verdad” en todos lados, porque si quisiera una mujer, pues usted ya está en casa para atenderlo. Posiblemente tenga cierto apetito por algunas mujeres, que por coincidencia empatan con un travesti que, no es raro, termina asumiendo un rol activo dentro de su querido y normal esposo. Luego, en la sobrecama y entre la culpa su marido termina explicando por qué se casó con usted y cuánto ama a sus hijos.

Entonces su esposo chulo y proveedor regresa a casa, los besa a todos, es atento con usted porque el remordimiento deviene en ganancia afectiva. Usted está tan perdida en su rol de madre perfecta que no lo nota, usted está tan interesada en el simulacro social de familia que finge no darse cuenta. Aunque le cumpla, señora mía, su marido es un imbécil, no por su putería, sino por darle atole con el dedo, por cobarde o miedoso, porque son sus circunstancias y fue su escape. Porque alguien le metió en la cabeza que eso era un buen hombre. Porque está atrapado en su decisión de no aceptar y asumir, porque adora a sus hijos, porque ama a SU familia, porque es el mejor de los padres: lo trágico como la imposibilidad de evitar el dolor. ¿Los niños? Algunos estarán marchando, junto a usted, señora orgullosa del brazo de su marido.


Pero, como signo de los tiempos, cada vez son más frecuentes los  hombres homosexuales que, después de los cuarenta, deciden “recuperar” su orientación erótica después de optar por una “preferencia” heteronormativa en un matrimonio gastado en el simulacro. Para algunos, vueltos “chavorrucos”, es una oportunidad penosa de recuperar el “tiempo perdido” en bares, sexo duro y drogas fuertes. Otros se obsesionan con transformarse en vampiros energéticos chupando, entre otras cosas, la energía de la carne joven que los prefiere añejos. Otros más reconocen la presencia del amigo cercano como la pareja de años. Unos protegen y otros resbalan. Unos sufren decepciones ya vaticinadas y otros duermen tranquilos finalmente. Tantos posibilidades después del divorcio, tantos escenarios después de la viudez.  

La crisis que experimenta el modelo patriarcal judeocristiano heteronormativo, en numerosos países, se debe en parte a su colisión con el clima intelectual y cultural después del desgaste de las narrativas tradicionales y modernas. Para qué el imaginario del infierno y el castigo cuando nos hemos encargado de replicarlo en formas caprichosas en esta versión de realidad que habitamos. Progreso y bienestar se disocian de la fe y la esperanza. ¿Qué significa la salvación prometida desde una institución que se escuda en un discurso-pastiche construido desde el poder y la conveniencia del hombre mismo?

Si TODA la Biblia es “Palabra de Dios” y es igualmente importante una parte que otra, su ejercicio es un juego constante de anulación, selección y obsesiones que proyectan qué está compensando, señora, que me cuentan a qué y por qué  se aferra. ¿Cuál es su ganancia, señor mío, en alienarse y pelear por una parte mínima de Romanos (1:26, 27) y Levítico (18:22) como si fuera la totalidad de “La Palabra? ¿Qué les amenaza REALMENTE en el concepto de familias diversas? ¿Porque vuelve visible que ustedes forman parte de una, imperfecta y singular? ¿Por qué les CONVIENE empecinarse con un collage discursivo que los atrinchera en una esfera de sexualidad vainilla y parálisis perceptual?  

Y ya los vi en la marcha "por los niños": Madres-gente-bien que viven atrapadas en los juegos de casino y esperanzadas con las lecturas del Tarot; padres-gente-bien que sueñan con ser parte de una cofradía secreta de empresarios tenaces y juergas de infieles; señoritas-gente-bien que se la pasan enredadas por gusto en chismes de envidia y celos entre amigas; hombrecitos-gente-bien que suplican por un viernes de borrachera y desmanes lascivos: “En cuanto a estas cosas, les aviso de antemano, de la misma manera como ya les avisé, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21).

Yo no quiero salvarme bajo sus términos, señor y señora que marchan “por los niños”. Yo no quiero heredar “el Reino de Dios” prometido bajo las circunstancias hipócritas que hacen buena parte de sus seguidores. No quiero “ejerce[r] fe en él” (Juan 3:16) si eso se contrapone con la prioridad de la congruencia hacia los demás (Mateo 7:12) y el respeto por el prójimo (Pedro 2:17) que al final es parte de mí mismo. Me gustaría que dejaran su cólera atrás (Salmo 37:8) y que aprendieran de su amargura maliciosa y habla injuriosa (Efesios 4:31). Pero ya sabemos con qué parte se quedan de su literalidad selectiva. Ya sabemos que ustedes son jueces y que encuentran cierto placer lúbrico en ser los verdugos de aquellos que no reflejan su mundo pequeñito de mímica y acusaciones.  

Ya sabemos, señora que marcha normal, que a usted le conviene ejercer la etimología de familia relacionada con famulus (esclavo o sirviente). Usted es un famulus Dei, según entiendo, y supongo que a mucha honra, me lo deja claro caminando victimizada bajo el sol y la lluvia. A mí me gusta más, frívolo que soy, ya sabe usted, la posibilidad de que el origen parta de fames (hambre), y que MI familia es un conjunto de personas que se alimentan juntas en una casa. Es que me gusta cocinar para los que quiero. Me quedo con una idea de familia como un constructo social para la pertenencia y las identidades, cualesquiera que sean, alimentada por un imaginario y expectativas sabrosas que no suelen coincidir con nuestras circunstancias, deseos y vanidades.

No se esfuerce, respetable señor, muchas gracias pero no gracias, en luchar por mi alma, que me gusta pensar que es más confortable y divertida que la suya. Qué pena de fe miope y cuanta carga sobre sus dulces hombros. Imagine su decepción cuando nos encontremos en el cielo, o cuando nos guiñemos un ojo a punto de diluirnos en la nada. Le agradezco su conmiseración petulante por el sufrimiento posible que usted augura y posiblemente desea en mi futuro, pero no gracias. Su obediencia canónica a medias no se parece a mi conciencia humanista: creo que la suya no protege la integridad ni la autoestima del otro.

El dogma católico habla que la soberbia es arrogancia espiritual y amor excesivo de la propia excelencia, significa vanagloriarse de más méritos de los que detentamos, estimarse por encima de lo que es justo y válido: una trampa del amor propio donde la lucidez y la humildad se avergüenzan de ti. Marcha, pequeño católico normal, marcha.

Bajo sus condiciones, señora y señor que caminan soberbios, quiero ser un apóstata. ¿No saben acaso que es mi opción católica condenarme bajo su tierna mirada?





According to Larry Grossberg (2005), “The media have become an inseparable part of people’s lives, of their sense of who they are, and of their sense of history”. We use the media as a sort of looking glass through which our real life is filtered and served to us in easy to digest pieces. It turns the greyish tones of reality into blacks and whites. Media is a cultural creation and therefore reflects the social context of the times its content was produced. It is through a process called cultivation by which audiences are conditioned to view the world the way it is represented in the media.

Mad Men premiered on July 19th 2007 and is currently on its sixth season. The show is broadcasted on AMC home of another other critically well received show, Breaking Bad. Created by Matthew Weiner, the show explores the lives of a successful New York advertising agency Sterling Cooper and its creative director Donald Draper, played by John Hamm during the 1960s. The show displays Mr. Draper’s personal and professional life during the ever changing times America faced in the 60s. Mad Men can be enjoyed through several different media platforms besides the regular cable network, for it is readily available on iTunes and other media outlets.  The show has received a total of fifteen Emmys and four Golden Globes as well as ranking 6th on TV Guides, The 60 Greatest Dramas of All Time. It is through this text that we will implement deconstructive critical theory in order to understand Mad Men’s view on The American Dream and the way it represents it as an exclusively white ideology and an ideal representation of U.S Culture.

One doesn’t have to look further than the opening credits of the show to understand the main ideology that goes on throughout the series. The title sequence portrays the silhouette of a man (possibly Don Draper) falling amidst a sea of 60s advertisements and posters. The show, much like the main characters, indulges itself on American consumerism. According to Saussure these images that are shown to us during the opening credits symbolize American culture’s obsession for consumer products.



In fact, during the pilot episode of the show titled "Smoke Gets in Your Eyes", Don meets up with Sally Menken, the owner of a department store. The sole purpose of this meeting is to help her boost her sales and improve her image to equal that of Chanel. Like a church serves as a symbol for religious beliefs (be it Christian, catholic, etc.), the department store can be seen as the modern church of consumerism. A large building that holds that beliefs of American societies within its walls. Accompanied by the echoes of cash registers one can almost hear the choir sing “Spend more, be more. Buying is what defines you”.

It is through the constant client meetings that are shown throughout the series that we begin to understand the importance that American Consumerism has not only on the American industry, but on the lives of the men working for Sterling Cooper. Don Draper and his colleagues would not be able to enjoy their fine suits and their well-aged whisky without them. The different companies that walk into the Sterling Cooper meeting room to hear Don Draper’s sales pitches serve as signifiers for American consumerism (the signified). However, consumerism has its roots firmly planted on a much larger ideological system that permeates American culture: The American Dream.

Donald Draper is the main character of our show; he is a successful white male in his 40s however, he was not born into a world of privilege. Draper represents the American Dream, a western ideology that states that “if you work hard enough, you will succeed”. Mad Men uses the character of Don Draper to promote and cultivate the previous ideology into the audience. Gerbner calls this process Mainstreaming by which “heavy viewing may absorb or override differences in perspectives and behavior” (Bryant, 2012, Pg.112). One way it presents this is by contrasting Draper with another character from the show, Pete Campbell. Campbell is an account executive for Sterling Cooper who comes from a privileged background. In contrast, Draper is simply an assumed identity; his real name is Richard Whitman. His mother a 22 year old prostitute died while giving birth to him. He later on lived in a farm with his father (whom he hated) and fought during the Korean War. Donald Draper as a symbol serves to represent the ideal American, grown from humble roots and a patriot. The executive Superman (who was also a farm boy that later moved to the city).

We can use Levi-Strauss’ Mythemes in order to classify Drapers life story as the following, “boy goes from rags to riches”. Campbell was born into his position and role in society, Draper had to earn it. In the viewer’s mind Campbell is less deserving of being a part of Sterling Cooper (and in the process our sympathy) because he did not have to work to attain his current social status. However, through cultivation and mainstreaming audiences begin to sympathize with Donald Draper, as a man who has “suffered” enough and has therefore been labeled worthy of his current social status by that very audience.

We must also understand that the men working as ad men at Sterling Cooper are all white (or have some sort of European descent), there are no African American characters (Unless one counts the sandwich guy) on the show. Trying to make the show as historically accurate while being set in the 60s is one thing, but the lack of an African American  character in the shows main cast can be seen as stereotyping, which helps to support “the audience’s collective consciousness a character’s preconceived value systems and behavioral expectations” (Wilson, 2003 pg.) Therefore Mad Men reinforces the idea that The American Dream is an exclusive to hard working white men. Does the same apply to women?

Let us deconstruct Don Draper’s wife, Betty. She is a typical 1960’s housewife. She stays at home and takes care of her kids; all while smoking and gossiping with the other housewives that live around the neighborhood. She lacks ambition (aside from hosting house parties) and is clueless of her husband’s affairs with other women (Women that are smarter and more independent than her). Just like we previously talked about the stereotypical portrayal of black characters on the show, we can tell that Betty is also a stereotype. She is there to act as a symbol for the ideal woman. Betty Draper represents the collection of desired characteristics that the patriarchal U.S Culture seeks to promote amongst its women.

Stephanie Coontz (2010) states that “She is a woman who thinks a redecorated living room, a brief affair or a new husband might fill the emptiness inside her, and her attempts to appear the perfect wife render her incapable of fully knowing her children or even her successive husbands”. The writers even go as far as to introduce us to a single mother, Helen Bishop as a symbol for the “modern woman”. Betty and the other women critique her as if she were some kind of freak. There is no sense of independence on Betty behalf, her happiness fully dependent on her marriage and her husband’s professional life. We therefore can understand the shows portrayal of women in the U.S as being favorable towards married women. “Women are nothing without their man” is what the show is trying to teach us. Betty even suffers from psychosomatic numbness in her hands when thinking of her husband’s affairs with other women. Now, is this is a reaction to her crumbling marriage? Or are these constant periods of numbness a reaction towards the fear of losing social and economic security by losing Don?
Using Marxist Critical Theory one can define the role of women in U.S Culture as being valuable for their Sign-Exchange Value, which means “the social status it confers on its owner” (Tyson, 2006, Pg. 62). To put it simply, Betty is Don’s arm candy. There is nothing she can offer him intellectually, but because of her youthful looks (even after giving birth to two children) she has become some sort of medal to wear on his chest for the world to see. She is his trophy wife. Just like his job Don has earned her. However, Donald Draper is also being used by Betty. He is her passage to a better life, a respectable life as a mother and wife. Don and Betty are in a process that Marxist theory calls commodification which is when “the act of relating to objects or persons in terms of their exchange value or sign-exchange value” (Tyson, 2006, Pg.62). Marriage is no longer seen as institution (as some churches would say), in the world of Mad Men marriage is seen as an investment.
Mad Men not only showcase the exploits and pitfalls of 1960s advertising, but at its very core help to exemplify and promote the ideal American life. A world in which through hard work a man can achieve anything, the only requirements needed are to be white, have a beautiful wife and are willing to showcase their wealth. The Drapers might be a typical American family, but they are a symbol of times past, and a constant remainder of Americas desire to return to the good old days. Where white men and women could thrive economically without being threatened by alternative styles of life in their office and their homes, a place where all that was needed to be happy was spend some money. For Don Draper it’s all about selling the dream, the dream of a better rest, a better shave, a better traveling experience. For the show it’s all about the American Dream.


ARMANDO GARCÍA. Adicto anónimo a la televisión, cual James Woods en Videodrome. Siempre buscando aquella nueva serie que llene el vacío existencial que le dejo la despedida de Buffy de la pantalla chica.


BIBLIOGRAFÍA
Bryant, Jennings (2012). Fundamentals of Media Effects. Waveland. USA
Coontz, Stephanie (2010).  Why Mad Men is TV’s most feminist show. The Washington Post. Published October 10th 2010. Taken on June 6th 2013 from
<http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2010/10/08/AR2010100802662.html>
Grossberg, Larry (2005) MediaMaking: Mass Media in a Popular Culture. SAGE Publications. USA
Tyson, Lois (2006) Critical Theory Today. Routledge. USA.
Weiner, Matthew (Creator) (2007) Mad Men. United States: Lionsgate Television.

Wilson II, Clint C. (2003) Racism, Sexism, and the Media. SAGE Publications. USA 


A pesar de la profusión audiovisual, mi consumo mediático es más bien repetitivo, obsesivo. Reviso compulsívamente los mismos productos, los que sirven de ancla, de punto de palanca para las interpretaciones del resto. Años de observar los mismos videos, las mismas películas y nunca se me había revelado la conexión que ayer pensé, cual epifanía de cine italiano de posguerra. El enlace une cinco de los productos que me han parecido más impactantes, todos ellos unidos por un tema común: la relación filial.
Comienzo por el detonador del vínculo: el video de la canción “Song to say goodbye” de Placebo, dirigido por Philippe Andre, fue el inicio del vendaval. El tema y metáfora central del video es la sustitución de la relación de un drogadicto con su cuidador (nunca queda claro si es un amigo, familiar o conocido), un niño que intenta cuidar de un adulto, sin éxito.


Esta imposibilidad del infante de hacerse cargo del padre deriva en la escena final en que lo entrega a una institución. La filiación, invertida y negada, hace de esta pieza breve una verdadera bomba a la representación del canon de la relación padre-hijo. Más aún cuando se le relaciona con los textos que cito a continuación.

La fábula moral del final de M, el vampiro de Düsseldorf (Fritz Lang, 1931) sirvió de fundamento al libro de Georges Perec, W o el recuerdo de la infancia (1975). La película cuenta la historia de un asesino de niños en la Alemania de los años treinta. Los propios delincuentes deciden cazarlo, pues sus actos exceden incluso el rango de normalidad del crimen de la ciudad. Cuando lo han localizado, uno de ellos le escribe con tiza una “M” para marcarlo como el asesino (“M” de “murder”, asesinato en inglés). Finalmente es atrapado y juzgado por los criminales. Al final de la película, uno de los personajes, ciudadano de Düsseldorf, expresa una máxima que cierra el film: “los padres deberían cuidar de sus hijos”.

Esta consigna, muy propia del mundo moderno y progresista de la primera mitad del siglo XX, conformará todo el modo de pensar contemporáneo sobre la importancia de la familia en el orden social y las paradojas que encierra este nuevo mundo urbano y peligroso. Es justo Perec, con su libro de memorias, quien retoma la enseñanza y la invierte. El escritor francés vio partir a su madre hacia los campos de concentración nazi durante la Guerra Mundial. El libro plantea la culpa y el desasosiego que siente el hijo por no haber podido salvar a su madre. El texto cierra el paréntesis abierto por la película de Lang y, juntos, arrojan un modo canónico de pensar las relaciones entre padres e hijos.

La guerra daría lugar a esta necesidad de que no sólo los mayores cuiden de los niños, Perec nos previene de la necesidad de conservación de la institución familiar para resistir la experiencia límite y el horror que sufrió él, como millones de personas en Europa. Durante décadas, parecía ser una lección aprendida. La impronta del conflicto mundial era clara y visible en el arte, la cultura y la economía (pienso por ejemplo en los estudios de las vanguardias de los años cincuenta de Hal Foster, o el análisis del siglo XX de Susan Buck-Morss).

Sin embargo, el video de Andre sobre la canción de Placebo hace una declaración completamente distinta. El niño se declara incapaz de cuidar del padre. La máxima, al parecer, se ha debilitado con el paso del tiempo. Como si la modernidad hubiera dado paso a la posmodernidad y el proyecto progresista y de evolución constante del mundo occidental entrara en decadencia. El lado oscuro del proyecto global.

Tal vez el video musical no sea suficiente prueba o síntoma del cansancio de la sociedad contemporánea. Vaya un ejemplo más dentro de esta lista de citas obsesivas: Biutiful  (González Iñárritu, 2010). Historia de un padre enfermo terminal, Uxbal (Javier Bardem), que debe asumir que ya no podrá seguir haciéndose cargo de sus dos hijos. Historia que habita en el paréntesis de una escena repetida (abre y cierra el film), en la que el personaje ve a su padre muerto en el medio de un bosque nevado.



No sólo los niños son incapaces de cuidar de sus padres, los adultos parecieran no poder seguirle el ritmo a la vida y tendrán que asumir su imposibilidad para cumplir con esta misión. La disolución del proyecto moderno. Las pocas certezas que quedaban, las pocas lecciones de la Guerra parecieran diluirse. ¿Qué nos queda entonces?

La orfandad, la inoperancia de la institución familiar, nos arroja al otro en busca de referencia, de consuelo. La filiación rota busca ser subsanada, se buscan padres adoptivos, figuras de autoridad, influencias. El homenaje en el arte es una de esas formas que busca la perpetuación de la tradición, la adscripción a un grupo, a una visión del mundo.El mejor homenaje cinematográfico que he visto es el viaje en motocicleta que Nanni Moretti hace en Caro Diario (1993) a la tumba de Pasolini, mientras suena el Koln Concert de Keith Jarrett. 



Escoger tus maestros, buen modo de reemprender el camino. La tradición artística como filiación es un ejercicio consciente para establecer lazos entre dos generaciones separadas. Gesto de reconciliación, tan propio en las fábulas de padres e hijos. Pareciera que el cine posmoderno, a pesar del cansancio, ha encontrado en el remake y el homenaje un modo de reconocer el pasado y continuar hacia el futuro. 


No. Es lo primero que debo escribir y, para ser honesto, preferiría que fuera lo único; sin embargo, en contradicción con mis caprichos, esto no será lo único. Si estoy aquí es porque creo que he encontrado una necesidad: mía, pero también, nuestra. Mía, porque necesito compartir lo que pienso, expresar mi rechazo, curar mis fobias y matizar mis filias. Nuestra, porque las nuevas tecnologías y los nuevos medios nos sitúan como sociedad en una coyuntura histórica con grandes posibilidades de transformación y mejora, así como de deterioro y asolación. Hemos llegado a un punto en el que es importante llevar la contraria. Oponer una sana rebeldía.
No se trata de adoptar una actitud destructiva y atacar sin piedad o cuartel, sino de promover el diálogo, de confrontar con la finalidad de solidificar. Si escribo es porque en el horizonte se vislumbran nuevos dogmas y la actitud prudente, a estas alturas, tiene que ser la de la resistencia. Reaccionar ante las odas a la interactividad, recelar de los multi-formatos y la “novedad” del storytelling, repudiar el corporativsmo transmediático; en definitva, adoptar una posición crítica frente a los siguientes aspectos:

  • Todo aquello que promete novedad o progreso. Estos aspectos no generan transformaciones significativas, ya que estos atributos no se encuentran en los medios  o las herramientas, la técnica, sino en los procesos cognoscitivos que producen y, en consecuencia, en las acciones humanas que motivan.

  • Las tendencias a la singularización y la subjetivización de las experiencias humanas. La convergencia mediática es un acontecimiento social.

  • Las perspectivas de las  sociedades futuras. Los problemas que habrán de afrontar estas sociedades son esencialmente los mismos: el hambre, la desigualdad, la soledad humana, el racismo, etc.

  • La interactividad. Ya que ésta no significa socialización; la socialización no asegura la significación; la significación no implica válidez y la válidez no es necesariamente pertinente. 

  • El corporativismo mediático. Los nuevos medios son una construcción formal, un mero molde que puede operar bajo la subordinación de intereses económicos y de ideologías de los grupos de poder.

  • El fetichismo hacia las nuevas tecnologías; el furor y el fanatismo por los gadgets, por la novedad y la espectacularidad… la superficialidad. Un nuevo tipo de religiosidad en ciernes.

  • La instantaneidad de las herramientas, el contacto inmediata, la mentira de la cercanía. Hay un ruptura importante que se está generando en nuestras concepciones de espacio y tiempo.  


Como verán, amenazo con estar aquí bastante tiempo. 





SOBRE LUIS TOXTLI. Chilango de pueblo con ideas apocalípticas y envejecimiento prematuro. Reacio a definirse por su actual profesión, trabaja para cumplir su vocación de profesor y estudiante perpetuo. Romántico empedernido y socrático atormentado, suele encontrar placer en las cosas simples y éxtasis en las cosas complejas. Hombre de familia y aspirante a mal músico que escribe para compartir y lee para escuchar.



Con un billón de “amigos” activos, una ominosa cifra que redefine los vericuetos públicos de la vida privada a nivel global, Facebook representa para algunos el Leviatán convergente donde la cotidianidad se registra, comparte y disuelve, comentarios más, “me gusta” menos. Una especie de Logos digital que alimenta el fastidio, el consumo, la ansiedad y el aburrimiento, pero también la cercanía ilusoria, la conexión con el pasado, el registro de vida y el activismo per click. Los problemas de la empresa con Wall Street, el uso ambiguo de nuestra información personal y sus actualizaciones incómodas parecen no afectar su expansión desde 2004. ¿En qué momento un servicio de social networking deviene hábito y dependencia, nodo vivencial? 
     Nutrido desde la ansiedad por exhibir y contar lo que hacemos, lo que observamos y cómo nos vemos, para muchos Facebook reitera con ahínco la construcción de una imagen pública enredada: estridente e impertinente: en el deseo de validación de la frase ingeniosa, en la imagen ocurrente que me hace el día festivo en el muro, en la necesidad de validarme en el recuento de los pormenores personales que a nadie fuera de mí importan: euforia o aburrimiento por hacer relatoría de mi vida, desde el recuento de lo que hago al paso hasta  las nimiedades de por qué existo. 
     Si algo me ha enseñado Facebook en estos años es reiterarme la naturaleza de lo privado frente al ámbito de lo compartible, fantástico repositorio virtual de mi memoria. Me recuerda constantemente que lo secreto implica reserva y sigilo ante las imprudencias y reclamo constante de la autogestión identitaria de algunos y muchos otros.
     Cuando lo privado se vuelve público lo íntimo baja de peso y languidece, y para ello gritamos constantemente “INBOX!”, declaratoria que es apelación de respuesta pero también enunciación de los límites personales y precautorios: lo demás es fisgoneo y exhibicionismo. Y un enorme vacío bajo la red que nos atrapa.









No hay que olvidar que el cine es coetáneo del corsé y el carro de caballos
 
Jean Renoir 

Después del festejo por el Día Internacional Sin Autos (22 de septiembre), evento que reunió a miles de ciclistas y peatones en las calles de Guadalajara; y de ver el People´s Car Project de Volkswagen China, esbozo estas breves notas a modo de reflexión sobre la relación del cine y las máquinas del movimiento.
 
El emparejo del cine y el tren
Los hermanos Lumière lograron, con su tomavista de la llegada del tren a la estación, vincular dos aparatos a una misma idea: la representación del progreso. Esta unión perdura hasta la fecha, fusionando el concepto de movilidad con el de visión. La obsesión de Edison, Muybridge,  Marey y los precursores del cine por captar el movimiento ha vuelto a los medios de transporte una metáfora ineludible de la relación entre sociedad, progreso y modernidad.
 
El automóvil y el “apocalypse cool”
John Orr asociaría al automóvil con la modernidad del siglo XX americano. El vehículo funcionaría como una metáfora que agruparía desde los mafiosos del “noir” americano hasta el melodrama social familiar, espacios donde el automóvil, era un símbolo de pujanza económica. Esta imagen duraría incluso después de la Segunda Guerra Mundial, cuando el coche, antes que desaparecer como síntoma de una época previa, se volvería el símbolo de movilidad y libertad posterior al miedo atómico. El auto, cómplice de la fuga en las road movies nos alejaba del pánico del fin del mundo.
 
La motocicleta (homenaje a Dennis Hopper)
Nada como Easy Rider para mostrar la fractura de las generaciones. La rebeldía, la intensificación de la identidad generada por el vehículo. Otro grande: Francis Ford Coppola con Rumble Fish. El viento en el rostro, la carretera pasando frente a nuestros ojos. Mark Seltzer diría que nada tipifica más la sensación de identidad americana que el amor por la naturaleza (nación natural) salvo, tal vez, el amor por la tecnología, por supuesto, hecha en Estados Unidos.
 
Dos híbridos globales
Después de las sinfonías urbanas de la primera mitad del siglo XX (pienso en Ruttmann, Vertov o Strand), llegarían las odas ecológicas (la trilogía de Koyaanisqatsi, Baraka o los atípicos trabajos de Werner Herzog, como White Diamond, para derivar en mecanismos acordes con los tiempos que corren: el de la creación participativa de contenidos (en este caso, soluciones de movilidad para el futuro), o el de la recuperación nostálgica de la tecnología antigua como futuro superado (una mirada desde la ciencia ficción al fin de la era del ferrocarril en México, Ecuador y lo que siga).
     El primer mecanismo contemporáneo es el resultado del concurso People´sCar Project, lanzado por Volkswagen China para crear conceptos de autos del futuro a partir de ideas del público. La plataforma tuvo 33 millones de visitas. Un auto ecológico fue uno de los tres proyectos finalistas.
     El segundo caso sintomático de la época es el proyecto de la Sonda Espacial Ferroviaria Tripulada, mejor conocida como SEFT-1, creada por los artistas mexicanos Iván Puig y Andrés Padilla Domene. Esta nave espacial elaborada a partir de una camioneta ha recorrido varias rutas de vías de ferrocarril abandonadas, reencontrando pueblos que vivían a la orilla del paso del tren y que, ante la bancarrota de la empresa Ferromex, han perdido casi todo contacto con el resto del país. Los tripulantes de la sonda han hecho diario, fotografía, videos y recogido muestras de este territorio olvidado, de este camino mil veces andado y ahora abandonado a su suerte. Luego fueron invitados a Ecuador y acaban de terminar la ruta por ese país.
     Primitivismo e innovación parecen ser dos componentes de la movilidad contemporánea. Lo que se alcanza a percibir es esta lucha aún no resuelta por decidir si el proyecto moderno fracasó y debemos volver a los orígenes, a formas más simples de organización, de desplazamiento, de estructura social; o si, por el contrario, podemos seguir soñando con que la tecnología algún día será respetuosa con el planeta y el medio ambiente, donde la participación ciudadana será fundamental para la consolidación de la esperanza en el futuro.