GHOST BULLY O LA BATALLA HÍBRIDA DE NORMAN │ Juan Pedro Delgado
La nueva película animada de Laika Inc. es una delicia de referencias y cruces estéticos y culturales. Aunque el estudio había ya demostrado con Coraline (2009) su solvencia para desarrollar la distorsión, el surrealismo y lo gótico, ahora con Paranorman apuesta por un híbrido de la historia norteamericana, donde las festividades, el cine y el consumo parecen charlan alienadamente. Aquí se suman el pasado de las brujas de Nueva Inglaterra con los estilemas propios del cine B, escenarios y guiños ochenteros con el uso de tecnología propias del cambio de siglo. Así que tenemos una parodia-homenaje, donde confluyen iPods con intentos de break dance, Youtube con máscaras de hockey a la Jason Voorhees, mensajes de texto habituales con grandes guayíns familiares, combis traqueteadas de adolescentes con el uso de smartphones, Internet ilimitado con carteles vintage. Si Monster vs Aliens (Letterman y Vernon, 2009) es un homenaje al cine B con algunas referencias a elementos actuales, guiños de contemporaneidad con el espectador, Paranorman resulta un pastiche inteligente (y un buen construido humor) con un mundo que es así de entrada: mezclado, asumido, interiorizado en la cotidianidad de los personajes. ¿Dónde transcurre la historia? ¿En 2012, en un pueblo atrapado en los ochenta, con un niño atrapado en los cincuenta, con las consecuencias de un leyenda de hace 300 años? ¿Es una película de los ochenta con un ejercicio de postcontinuidad a través del uso de los gadgets? ¿Es Norman Babcock un niño gótico-geek depresivo de este siglo o el nerd tétrico de hace 30 años?
Paranorman es el relato del niño extraño, incomprendido y humillado en casa y escuela. Pero también es una explicación en paralelo sobre el miedo detrás del abuso y la violencia: Norman tiene 11 años, ve películas de zombies y ve cotidianamente fantasmas. Una vergüenza para su padre y hermana porrista. Objeto de burla en corredores escolares. Pero Norman es el distinto que deviene concilio, lo tangencial que revela la dicotomía del que abusa desde su poder.
Víctima y victimario son aquí momentos, no condiciones, escenarios diluidos de resarcimiento y desquite. Paranorman habla de puritanos pueblerinos que por temor asesinan niñas devenidas brujas, se burla de 300 años de orgullo por la ejecución de alguien que resultó “algo” en la historia identitaria local, se divierte con habitantes transformados en muchedumbre histérica por la decisión profiláctica de matar zombies transformados en penitentes. Pero, sobre todo, Paranorman habla de una bruja que fue una niña abusada que se regodea en el presente del abuso que inflige a los otros: miedo y dolor se confunden: ira y justicia se emparentan.
Víctima y victimario son aquí momentos, no condiciones, escenarios diluidos de resarcimiento y desquite. Paranorman habla de puritanos pueblerinos que por temor asesinan niñas devenidas brujas, se burla de 300 años de orgullo por la ejecución de alguien que resultó “algo” en la historia identitaria local, se divierte con habitantes transformados en muchedumbre histérica por la decisión profiláctica de matar zombies transformados en penitentes. Pero, sobre todo, Paranorman habla de una bruja que fue una niña abusada que se regodea en el presente del abuso que inflige a los otros: miedo y dolor se confunden: ira y justicia se emparentan.
Paranorman es un elogio de la conversación como solución, del tiempo de escucha como preámbulo. Pero con fantasmas, brujas y zombies.
Pastiche desde su tagline original: It's all fun and games until someone raises the dead.