LAS VENTAJAS DE SER UN OST ǀ Eduardo Pérez Ríos

Las bandas sonoras también forman parte de la historia de un filme, sobre todo cuando la música se convierte en una herramienta narrativa, cuando las canciones se funden con la trama: una convergencia entre sonido, estética y storytelling.

Un breve relato: A finales de 1984, el productor y compositor británico Keith Forsey (ganador del Óscar en 1983 por el tema “Flashdance…What a Feeling) se dio a la tarea de componer un sencillo que ayudara a promocionar el nuevo filme del Brat Pack: The Breakfast Club (1985).

El resultado fue el tema “Don’t you (Forget About me)”, concebido para ser un éxito pop en manos de la estrella indicada. ¿Las opciones obvias para la época? Billy Idol y Bryan Ferry. Ante la negativa de ambos, la interpretación de la canción fue ofrecida a la banda más popular en el otro lado del Atlántico: el grupo escocés Simple Minds.

Paréntesis: Cuenta la leyenda que, por las mismas fechas, Brian Eno -productor responsable del éxito comercial de Bowie y los Talking Heads- estaba buscando ser el padre putativo de una nueva agrupación. Mientras Simple Minds rechazaba el contacto de Eno por sus compromisos de grabación para la película, el productor decidió explorar otras alternativas.

El nuevo grupo elegido por Eno no sólo era talentoso, sino que la imagen de sus miembros tenía mucho potencial para ser explotada comercialmente. Después de todo representaban el sueño de la clase trabajadora europea y eran irlandeses. Su vocalista ni siquiera tenía un nombre compuesto. Sólo le llamaban “Bono”. El resto es historia.
Retomando: “Don’t you (Forget About Me)” elevó a Simple Minds al número 1 de las listas de popularidad en los EE.UU de la noche a la mañana y la película se convirtió en un clásico adolescente.


Fórmulas similares se han repetido a lo largo de la historia contemporánea de Hollywood. Desde grandes clásicos como el tema “Stayin’ Alive” de los Bee Gees -compuesta para Saturday Night Fever de 1977- hasta temas casi ridículos como “Ghostbuster”s de Ray Parker Jr., confeccionada para el filme homónimo de 1984.

Había olvidado que la historia del cine y el rock está ligada por este tipo de anécdotas. Hace un par de semanas The Perks of Being a Wallflower (2012) me hizo redescubrir las fibras de mi poca sensibilidad visual y auditiva.

Aunque no existe ningún sencillo creado especialmente para la película, cada canción del OST parece estar confeccionada para encajar -casi como personaje- en la historia narrada. Incluso la escena más memorable del filme está centrada en una reflexión musical: la eterna búsqueda individual por la canción perfecta. Aquella que nos hace sentir “infinitos”.


Los personajes encuentran su propia respuesta mientras nosotros sólo vemos y escuchamos. Al dar un paseo en automóvil, el cabello de Emma Watson cobra vida con el viento mientras “Heroes “ (1977) de David Bowie -coescrita por el propio Eno por cierto- suena en el fondo.

Para el espectador la moraleja es clara: existe una banda sonora asociada a cada momento significativo de nuestras vidas: los sentimientos  también se reproducen a 24 cuadros por segundo.







EDUARDO PÉREZ RÍOS es tapatío por orgullo y nacimiento. Es Licenciado en Relaciones Internacionales pero siempre ha dicho que “Internacionalista” suena mejor. A pesar de su formación humanista, estudió un MBA sólo para demostrar que nada en este mundo está peleado. De profesión es insomne y escritor frustrado. Guarda en su cabeza datos inútiles sobre la historia de la cultura pop mientras se apasiona por el jazz, la Juve, el mezcal y la literatura.En la actualidad, a pesar de estar entrando a sus treintas, “Lalo” es ya demasiado viejo para Hamlet y demasiado joven para Lear.










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