El estreno de The Following el 21 de enero anuncia la entrada formal de Kevin Bacon a las series televisivas. Con eso de que la narrativa en TV ya no sufre del desprecio característico de hace una treintena de años, Bacon se suma a la importante lista de valoración (o rescate) de actores de cine ochenteros que tratan nuevos formatos.


¿Podrá Kevin Bacon construir un personaje tan reconocido como Jack Bauer, Derek “McDreamy” Shepherd y Charlie Harper?  Icónico en su silueta de paso de baile en Footloose (1984) y uno de los mejores actores de su generación, Bacon se estableció sólido en el cine con una diversidad extensa de papeles. Numerosos filmes derivaron en un ya viejo juego: concatena secuencias de nombres de actores de Hollywood y en cinco movimientos llegarás a Kevin.

El primer capítulo de The Following es estupendo, planteado para el lucimiento de Bacon y James Purefoy, quienes deben construir en un primer capítulo la tensión narrativa de una dicotomía moral y varias obsesiones en turno. Bacon es Ryan Hardy, un ex agente del FBI atormentado y alcohólico, famoso por capturar a Joe Carroll (Purefoy), un asesino serial, profesor de literatura inglesa, admirador de Allan Poe y, por demás, maestro guía de una red de seguidores asesinos  en potencia. Carroll escapa con ayuda de su culto y reta a Hardy, quien regresa como un consultor experto en el perseguido.

¿Carroll es una alusión de Lewis y su país de maravillas? El primer capítulo de The Following anuncia la privación y la motivación del héroe, la entrada a la madriguera y el venidero paseo por las delicias retorcidas de los asesinos seriales devotos. También es un capítulo de presentación para observar el alcance de ambos bandos: Hardy tiene de su lado a una distante especialista en cultos y un entusiasta agente admirador del trabajo de Ryan; Carroll cuenta con admiradores comprometidos por doquier. Pero sobre todo, es un capítulo que establece la fragilidad de Hardy (una ironía, por supuesto), herido en la captura inicial de Carroll y que ahora puede morir ante cualquier impresión intensa. Vulnerable al extremo, Hardy es arrastrado a un mundo que recuerda los crímenes planteados por Allan Poe y el horror de la muerte como arte. Aquí el corazón es el delator.
Las referencias a la literatura de horror estadounidense podría ser parte del ritmo de la serie. Desarrolladas en este episodio, falta por corroborar si se jugarán esta estupenda carta intertextual. Al menos el elemento meta narrativo sí estuvo presente, sobre todo en la enseñanza de Carroll a Hardy al final de la emisión (no olvidemos que es profesor de literatura): para que la historia valga la pena, es necesario modelar al héroe, construir su motivación, destruir a quien haga falta para generar la iniciativa, ja justificación, la intención de emprender el viaje. Hardy, quebradizo y caído en desgracia, necesita de ello. Recuerda un poco a la propuesta de M. Night Shyamalan en The Unbreakable (2000), donde el personaje siniestro de Samuel L. Jackson alimenta las necesidades narrativa épicas de David Dunn (Bruce Willis): el héroe debe surgir para que continúe el viaje.

Aún tengo dudas sobre el potencial actoral de James Purefoy para construir una sombra suficiente que genere una veneración creíble en el culto de asesinos (aunque sólo es el primer capítulo). Pero el tocino sí parece frito con ganas.





Juan Pedro Delgado estudió literatura con cierto desgano, pero se encontró al paso con dos o tres obsesiones y en un puñado rubik de teorías. Mantiene una relación un tanto enferma con la cocina, la semiótica, las narrativas transmediáticas y las mitologías emergentes. Dice que no cree en nada, pero todos saben que vive en una constante negación. Hubiera deseado ser íntimo de Bataille, Foucault y Papini, pero se conforma con las amistades locales que, por lo demás, suelen ser una delicia. 














Marvel Comics aprovechó su megacrossover de 2012, la batalla entre los Avengers y los X-Men, para pilotear una nueva encarnación de narrativa gráfica digital: Infinite Comics. Los números 1, 6 y 10 del serial Avengers Vs. X-Men incluyen un código para descargar el correspondiente Avengers Vs. X-Men Infinite, también disponible en la tienda virtual de Marvel por 99 centavos de dólar. Las tres ediciones especiales llenan pequeños huecos en la gran totalidad del proyecto, que totaliza aproximadamente con 75 números involucrados.
El cambio de soporte permite y provoca diferencias, aunque la esencia de la narrativa gráfica permanece. En esta ocasión no hay elementos multimedia agregados, las mismas secuencias de imágenes, cuadros de texto y onomatopeyas pasan del papel a la pantalla, aunque las transiciones –opcionales– entre una página y otra dan cierta ilusión de movimiento. La división por paneles casi desaparece, es un recurso expresivo más que una necesidad: la mayoría de las páginas están totalmente abarcadas por una sola ilustración trabajada en capas. El formato más alto que ancho de la hoja del comic se transforma para acomodarse al widescreen de los monitores, pero especialmente para las tabletas. El número de páginas, constreñimiento férreo del cómic impreso, se vuelve poco importante. Un cómic hecho para verse en pantalla resulta en algo como un PowerPoint con superpoderes.
La industria del comic necesitará adaptarse a la creciente digitalización mediática si ha de conservar su viabilidad económica, los Infinite Comics son más bien un segundo paso que una solución (recordemos la euforia por los motion comics hace unos pocos años), ¿cómo cambiará –o no– la narrativa gráfica en los años venideros?




Saúl Zuno nació en Guadalajara pero es de rancho. Se licenció en comunicación porque su mamá no lo dejó estudiar letras. Al instante se metió a la maestría en lo mismo porque le gustó la investigación y no le gusta trabajar. Es entusiasta del anime, el café, los trannies, los comics, la cerveza, el pop electrónico, la ginebra y el cyberpunk -y de disfrazarse para salir de su casa. Padece de tabaquismo y de sus facultades mentales. Escribe porque no sabe hacer nada.