No me siento ligado a nada,
salvo a la desprestigiada herencia de Cervantes

Milan Kundera

 En su ensayo El Arte de la novela (1986), Milan Kundera hace referencia al verdadero significado de El Quijote: literatura creada como una detracción racionalista al idealismo confuso del hidalgo. Con el paso del tiempo y contrario al verdadero origen de la obra, los eruditos académicos transformaron a la novela en una exaltación de la nobleza castellana ignorando el verdadero propósito: el arte como medio de crítica social. Sin pensarlo, Cervantes había creado uno de los primeros trolls de la historia contemporánea. La novela picaresca ayudaría a redondear el placer de la burla desde la crítica paródica y la ironía.

En el fondo, El Quijote no invita al lector a plantearse una interrogante sino a tomar una posición moral respecto a un fenómeno social. "El hombre anhela un mundo donde sea sencillo reconocer al bien y al mal", enfatiza Kundera. Claro, siempre nos resulta más fácil juzgar y criticar antes que proponer y comprender.

Como todo arte, el verdadero propósito de un troll es provocar una respuesta o reacción emocional en los consumidores, visuales, lectores y/o usuarios. El fin último no es el entretenimiento ni la diversión, sino el trazar un escape a la saturación mediática de los problemas sociales.

Hacer un troll no es sólo crear una burla: se trata de ser profesionistas de la existencia y la crítica social. Todo trollero es un transgénero de medios que coopera para que las Bellas Artes se consoliden como un género indie.

En un troll no existen barreras de percepción. Su fin último no es provocar la risa sino el morbo por la crítica.

¿Acaso Cervantes no hacía un troll al llamar a Don Quijote un “ingenioso hidalgo"? ¿Acaso Warhol no hacía un troll al mundo del arte al pintar sólo latas de sopa? ¿Acaso no podría ser el Tío Sam un troll de la identidad nacionalista?

Con el paso del tiempo la burla se ha consolidado como la principal herramienta de difusión para la crítica social. Ocasionamos sentimientos encontrados en la comunidad para no tomar en serio al expansionismo de la era digital.

En realidad, un troll no se creó a partir del uso de internet. La tecnología sólo ayudó a profesionalizar su difusión. Crear un troll digital significa pertenecer a una subcultura contemporánea, en cuanto que este adjetivo supone un espíritu de réplica a su propio tiempo. Se trata de convertirse en un creativo que experimenta con los estilos y críticas de la sociedad moderna. Después de todo, el troll lleva a desinhibir la cultura. ¡Abracemos el arte del troll!

Un troll es la desprestigiada herencia que recibimos de Cervantes. 





El callejón de los milagros de Naguib Mahfuz  frente a El callejón de los milagros de Jorge Fons. La novela ocurre en un barrio de El Cairo de los años cuarenta, la película en el Centro Histórico de la Ciudad de México al cambio del siglo. Pero ambos relatos mantienen la misma resonancia: los periplos de las emociones frente a las jaulas sociales de los paisajes urbanos. Los tratamientos argumentales clásicos frente a la psicografía de las ciudades: porque un cantinero reprimido, una chica deseada y una solterona con libido se encuentran en todos lados, más allá de la década, transversales a los entornos. Reanudar relatos desde la singularidad ahistórica, casi como relatos arquetípicos, que la vida cotidiana tiene más puntos aprehensibles que los relatos anclados en el tiempo, tan delineados por las fechas.

Casos de adaptaciones “libres” sobran, sobre todo en las últimas décadas. Aunque la historia permanece, difieren en tiempo y lugar Great Expectations (Charles Dickens, 1861) y Great Expectations (Alfonso Cuarón, 1998); Les Liaisons dangereuses (Pierre Choderlos de Laclos, 1782) y Cruel Intentions (Roger Kumble, 1999); Emma (Jane Austin, 1815) y Clueless (Amy Heckerling, 1995); The Taming of the Shrew (William Shakespeare, 1590-1592) y 10 Things I Hate About You (Jil Junger, 1999).

Jugando un poco al abogado del diablo, ¿el tratamiento de la madre en la comedia italiana empata con los modos de representarla en México? ¿La figura del padre en el drama fílmico hindú puede parangonarse con la del cine mexicano? ¿Qué le reprochamos a The Ring (Gore Verbinski, 2002) después de ver Ringu (Hideo Nakata, 1998), que a la vez está basado en una novela que se originó a partir de un cuento popular japonés? ¿Cuál es la diferencia profunda entre la sueca Låt den rätte komma in (Tomas Alfredson, 2008) y la británico-americana Let Me In (Matt Reeves, 2010)? ¿Tiene menos valor el tratamiento de western de The Magnificent Seven (John Sturges, 1960) que la propuesta dramática de Shichinin no samurái (Akira Kurosawa, 1954)?

Hace unos pocos años, en un estudio comparativo entre distintos países, México y Turquía parecían naciones gemelas desde la superficie, al menos en cuanto a desarrollo del conocimiento. ¿Más parecidos que a España y Argentina? ¿No suelen acusarnos de lo “agringados” que estamos? Este asunto tan ochentero del “imperialismo cultural” empezó a tambalearse con internet y el acceso inmediato a contenidos plurales y, en el desarrollo de productos comunicativos, tendríamos que hablar de la complicidad por ciertas predominancias discursivas por encima de hegemonías absolutas: la funcionalidad de (o preferencia por) la reproducción de determinados formatos narrativos y estéticas operativas que se vuelven franquicias y recetas productivas.

En los años ochenta, las novelas mexicanas solían doblarse en ruso y japonés, por ejemplo, con una enorme aceptación por parte de las audiencias destino. Se luchaba por los derechos de  transmisión de un objeto cultural “afectado en lo mínimo” por el cambio de voz e idioma. El espectador sabía que el melodrama transcurría en México y, más allá de las peculiaridades culturales del país, podía optar por centrarse en el argumento y la puesta en escena. Desconozco si significativamente aumentó nuestro conocimiento de Brasil con la transmisión en 1991 de la telenovela Tieta, una versión de la novela de Jorge Amado de 1977. Me parece, desde la memoria adolescente, que fue la polémica de la trama lo que interesó a la audiencia: porque una bella mujer exiliada que regresa a vengarse puede resultar algo atractivo, pero también el tratamiento de la sexualidad y el empoderamiento desde lo femenino, algo muy distinto presentado en la escena nacional y años antes que Nada personal (1996-1997), Mirada de mujer (1997-1998) y La vida en el espejo (1999-2000), coproducciones de TV Azteca y Argos que buscaban diferenciarse de los contenidos de la empresa rival.

Tal vez como réplica al éxito de TV Azteca en aquellos años, una de las estrategias de Televisa consistió en comprar los derechos de adaptación de franquicias latinoamericanas exitosas, como las producciones argentinas Rebelde Way (2002-2003) y Patito feo (2007-2008), que derivarían en las mexicanas Rebelde (2004-2006) y Atrévete a soñar (2009-2010). Práctica habitual ahora, ¿es la adaptación local la salida para la creación de contenidos en Latinoamérica? Una parte de la producción nacional de Brasil ha optado por adquirir licencias de series de drama policiaco en Estados Unidos: ¿Law & Order Río de Janeiro? ¿Funcionará este género adaptado a las circunstancias cariocas y su sistema de justicia? ¿Cuáles fueron los resultados de adaptaciones “locales” de The Nanny (1993-1999) y Desperate Housewifes (2004-2012) en México?

Pero si uno de los placeres catárticos de la telenovela es ver representados de forma constante modelos de interacción dramáticos y exacerbados, el eterno devenir de la chica-en-apuros-sale-adelante, habría que agregar ahora el gusto por el consumo de las variaciones en coexistencia. Desde el potencial de acceso mediático, ¿nos basta con disfrutar una de las posibilidades del relato? ¿Adoptar una de las adaptaciones para afiliarme como espectador o dejar que el relato fluya en paralelo, disfrutar las peculiaridades de las distintas producciones?

Pongamos dos ejemplos notorios en Latinoamérica de chica-en-apuros-sale-adelante. De 1994 a 2001, RCN Televisión produjo en Colombia Yo soy Betty, la fea (1994-2001). Con enorme niveles de audiencia, la versión original pronto se transmitió en otros países, sin retoques o doblada. En México, Televisa compró la licencia de adaptación y produjo La fea más bella (2006-2007). En Estados Unidos, la cadena ABC hizo lo mismo de 2006-2010, con un cambio “de origen” de idioma y escenarios. El otro caso parte de la novela Sin tetas no hay paraíso (2005), de Gustavo Bolívar, devenida en la serie colombiana homónima producida por Caracol Televisión en 2006. La serie original fue transmitida por Telemundo en 2010, pero antes había ya una versión española producida por Telecinco en 2006 y otra más de Telemundo en 2008, además de su replicación en portales de videos por internet. 

Más allá de analizar la recepción de cada producto en cada momento, me interesa destacar la presencia de todos los contenidos a un mismo tiempo, apelando a la cotidianidad de la retransmisión, la televisión por cable y los portales de video por internet. ¿Cómo afecta esta posibilidad de acceso asincrónico a todas las posibilidades? ¿Cómo el potencial de presencia de las versiones afecta mi recepción del relato audiovisual? En la programación actual, tres series televisivas experimentan esta especie de bilocación narrativa diferenciada: The Walking Dead, The Killing y The Bridge.

El supuesto es que la serie The Walking Dead (Frank Darabont, 2010) está basada en el cómic homónimo que crearon Robert Kirkman y Tony Moore en 2003 para la editorial Image. Sin embargo, quien sigue ambos productos, puede deducir con facilidad cuánto las líneas narrativas confluyen y bifurcan, tomando personajes y acontecimientos en común y creando otros nuevos para sus respectivos formatos. Sobre la misma premisa, el cómic supera los 100 números y la serie llega a su tercera temporada.  Ya no hablamos de un caso de adaptación simple, de una adecuación necesaria ante el cambio de soporte, sino de decisiones editoriales que generan dos narrativas hermanadas que transitan en paralelo.

La versión danesa de The Killing (Forbrydelsen) consta de tres temporadas y 40 episodios (2007-2013). El escenario es Copenhague. La versión estadounidense se estrenó en 2011 y, si se cumplen las declaraciones de producir la tercera temporada, constará en total de 38 episodios. El escenario es Seattle. Ambas parten de un asesinato, ambas se sustentan en una narrativa de desvíos y falsas pistas, ambas detentan excelentes actuaciones y una fotografía obscura, húmeda, sobria. La adaptación se transmite por las cadenas AMC y FOX, la versión danesa lo hace actualmente por AXN. Si la producción estadounidense no termina la tercera temporada, ¿puedo optar por concluirla desde la versión europea?

Coproducción Suecia-Dinamarca, Bron/Broen (dependiendo del país) se transmitió en Europa en 2011 y este año va por su segunda temporada. La trama: dos policías fronterizos se unen para resolver crímenes que involucran ambas naciones, con una fuerte crítica a los problemas surgidos de la diferencia y la desigualdad entre escenarios. En julio de 2013 se estrenó en Estados Unidos el piloto de The Bridge, dirigido por el mexicano Gerardo Naranjo. La trama: dos policías fronterizos se unen para resolver crímenes que involucran ambas naciones, con una fuerte crítica a los problemas surgidos de la diferencia y la desigualdad entre escenarios. Y el escenario basta para detonar las diferencias: sucesos parecidos en psicografías distantes. Producidas con poco tiempo de diferencia, si decido verlas alternadas, ¿veo dos series o veo variaciones? ¿Comparo para semejar o para distinguir?

¿Obsesionarnos con perfiles nacionalistas? En la historieta nacional épica, los héroes Kaliman, Águila Solitaria y Fantomas no son mexicanos y sus aventuras no transcurren en este país. Karmatrón, de Óscar González Loyo, es una mezcla de filosofía oriental y la euforia por la franquiciaTransformers de los años ochenta. Surgidos de la literatura europea, Candy Candy y Heidi son animes con personajes europeos y un opening en japonés. Los Caballeros del Zodiaco (Saint Seiya) recuperan el panteón grecolatino y escandinavo, pero la mayoría de los personajes centrales (Hyōga proviene de Rusia) son japoneses que combaten para una diosa griega. ¿Qué diferencias sustantivas hay entre Super Sentai (1975-) y Power Rangers (1993-), si parten de las mismas historias? ¿Entre los Power Rangers de Haim Saban y aquellos producidos por Disney? ¿Cómo separar la aportación japonesa de la estadounidense en las franquicias Voltron y Robotech? ¿Por qué el interés de Marvel por publicar su colección de versiones Mangaverse (2000-2002) en Estados Unidos, y series animadas de japonés de Blade, Iron Man, X-Men y Wolverine? ¿Por qué el impulso reciente de DC Comics por publicar la serie digital Ame-Comi Girls, basadas en las figuras coleccionables al estilo manga, pero con historias que no afectan la continuidad oficial?

¿Desarrollar narrativas estratégicas para escenarios transnacionales? ¿Son necesarias ante Sailor Moon, Gatchaman y Sakura Card Captors, animes con un fuerte toque “local” y tan populares en Occidente? ¿Basta con integrar en los relatos comunidades multiétnicas (como Voltron, Power Rangers y X-Men) para potenciar la recepción multifragmentada? ¿Me es suficiente la “tropicalización” de la trama a circunstancias “folclóricas”? ¿Debemos optar por narrativas sin rasgos definitivos de lo local, sin mención de espacios reconocidos y momentos históricos diferenciados?

Por supuesto que no hay recetas: acaso sólo intentos de tendencias a partir de la relación perspicaz de las audiencias con cierto tipo de contenidos. Más allá de la rentabilidad de productos que apelen a lo multicultural, por un lado, o “neutros” en cuanto a personajes y escenarios, por el otro, tal vez una oportunidad es crear textos “flotantes” que funcionen para las distintas necesidades emocionales de audiencias múltiples.Trataré de explicar esto con tres ejemplos de películas recientes.

Una de las relevancias de Juan de los Muertos (Alejandro Brugués, 2010) es la apropiación de las narrativas de zombies a la realidad cubana, en una comedia negra con ciertos matices políticos y un héroe pícaro muy diferente al de Shaun of the Dead (Edgar Wright, 2004), otra película revitalizadora del género desde lo inglés "local". La película de Brugués es uno de los casos más interesantes de acoplamiento discursivo interceptando el estilo de comedia de la isla con elementos relacionados directamente con el cine de horror estadounidense. Este es un reto que deben enfrentar los países acostumbrados a consumir narrativa extranjera: al adoptar un formato o género para la producción nacional, ¿hasta dónde las audiencias lo considerarán "artificial", "falso" y "ajeno"? ¿Es la parodia la única salida? ¿Nuestra interiorización del melodrama latino es una ventaja o un problema perceptual?

Por otro lado, una de las bondades de The Perks of Being a Wallflower (Stephen Chbosky, 2012) es  su perfil atemporal que amplía significativamente el margen de audiencia. Suelo decir que es una película “tramposa”: vestimenta ambigua (desde la certidumbre de que las modas vuelven), recomendaciones literarias para hipsters contemporáneos, música de descubrimiento. The Perks… cumple a una generación adolescente que se identifica desde el drama existencial, pero también satisface la nostalgia de una generación X un tanto cansada de su cinismo y descreimiento. Es una película que fluye entre distintos grupos de edades, sin estancarse en ninguno.

El último ejemplo es Pacific Rim (Guillermo del Toro, 2013), también un híbrido de décadas de referencias culturales, que va desde Godzilla y Mazinger Z hasta Voltron y Evangelion, a lo que habríamos de sumar los evidentes estilemas del director, claros elementos ciber-punk y la música contemporánea de Ramin Djawadi. La película resulta un ejercicio visual de tensiones: diálogos estereotipados del cine de acción estadounidense frente a juramentos de batalla propios del cine japonés de monstruos; la sensación de un escenario apocalíptico global, compartido, junto a la singularidad de un kaiju persiguiendo una niña en solitario; ciudades que se destruyen como cartón, memoria camp, frente a la minuciosidad de engranes y conexiones de los jaegers. Un punto de referencia momentáneo para el desarrollo de productos próximos.