Es increíble ver los giros monstruosos del gusto del público, sobre todo en cuanto al terror e historias “catastrofistas” se refiere. Añoro aquellos años en que los vampiros como Blade azotaban la pantalla, todavía no me acostumbro a tener que conformarme con Crepúsculo para saciar mi sed de historias oscuras. Pero, mientras los seres de la noche han derivado en personajes pusilánimes (la infantilización del héroe cinematográfico, diría Andre Labarthe), los muertos vivos han cobrado relevancia en el imaginario de la década.


Después de la exitosísima campaña de redes sociales que lanzó la CDC en Estados Unidos para que la gente se preparara para desastres naturales, ahora la oficina gubernamental ha lanzado un cómic con el que intenta educar sobre la importancia de estar preparado ante cualquier eventualidad natural, como tornados y huracanes. El muerto vivo ha sido la metáfora narrativa para crear conciencia en el público americano. La masa, la pérdida del control, el miedo como constantes y fórmula para el éxito informativo.

La viralidad de la campaña del CDC es mucho más atribuible al ingenio que a la propia necesidad de enseñar a la población sobre las precauciones en caso de catástrofe. Pensemos por un momento en otras producciones contemporáneas como Doomsday Preppers de NatGeo, donde se pueden ver los casos de preparacionistas que intentan sobrevivir a un colapso financiero, un problema de desabasto alimentario o un cambio en el eje magnético de la tierra. No sólo están preparados, llevan años acumulando comida, armas, kits de supervivencia y diseñando planes de escape o resistencia civil ante un posible caos mundial. Pareciera que intentar adoctrinarlos sobre la prevención es como tratar de venderle chiles a Clemente Jacques. 

Lo que sorprende es la potencia que tanto el cómic, como el reality, han tomado como formatos de difusión de información, gracias a que se han asentado en el gusto de la gente. Además, entre leyendas mayas, profecías de papas negros y demás, el milenarismo parece haberse filtrado como tema predilecto del imaginario colectivo. 

Frente a esta visión catastrófica del fin del planeta, hay otro tipo de productos que lo abordan sí más, desde un intento de toma de conciencia del público internacional sobre las crisis que la sociedad de consumo está desarrollando. Tal es el caso del multipremiado i-doc Collapsus, que ha aparecido en festivales de documentales interactivos, así como en festivales de documental tradicional. 


Esta producción holandesa mezcla técnicas de geo-localización de personajes con motion comic y falsos noticieros para contar una fábula del desabasto energético. Púlcramente producida, con una interfaz expandida de tres pantallas, mantiene un énfasis narrativo al tiempo que completa información con cápsulas noticiosas o puntos en el mapa donde algo está sucediendo. Pieza equilibrada que informa y entretiene, en lugar de apostar sólo por el impacto mediático o por el sensacionalismo formal.




DIEGO ZAVALA SCHERER. Origen: México, DF. Deformación profesional: comunicólogo. Temas y obsesiones: cine documental, la relación de la pantalla y la realidad, la guerra como ambiente, problema social y límite de la experiencia humana. Gustos: cosas simples, como dar clases, charlar. Vocación frustrada: fotógrafo de guerra (por cobarde). Ocupación: profesor de comunicación, investigación sobre audiovisual y nuevas tecnologías.